lunes, 5 de diciembre de 2011

Curiosidad y educación

        Ayer fuimos al campo. Como tantas otras veces. Pero hubo algo que me llamó la atención, algo que aunque no era nuevo, sí me hizo reflexionar. Mi hijo tiene ahora dos años, y aunque siempre ha sido un niño curioso, la curiosidad por todo lo que le rodea va creciendo a pasos agigantados. Nos preguntaba a su padre y a mí por todo lo que le rodeaba. Y cuando digo “todo” me refiero a TODO.

       Mientras su padre y yo disfrutábamos de la vista e intentábamos mostrarle su grandiosidad, él estaba descubriendo lo que eran las piedras, las ramas, las bellotas, el barro, los escarabajos, las mariquitas, las hormigas, las hojas, la tierra, las piñas, chapotear en un charco, salpicar agua con una rama, andar con una rama simulando un bastón. Y cada vez que descubría algo nuevo actuaba como si hubiera hecho el descubrimiento de su vida. ¿Cómo es posible entonces que en el momento en que comienzan el colegio desaparezca su curiosidad? ¿Qué clase de educación reciben nuestros hijos para que en el lugar donde deberían ser satisfechas sus necesidades de saber, de conocer, se les anule por completo la curiosidad? Una vez más construimos una sociedad a base de individuos “adormecidos”, sin pensamiento crítico, y fácilmente manejables.

       Y casualmente esta mañana aparece en el muro de Facebook de El Ser Creativo el siguiente vídeo: “Aplastamos la curiosidad de los niños”. En él, Michio Kaku, catedrático de Física Teórica y gran divulgador científico, explica por qué pierden la curiosidad nuestros hijos.



       Una vez visto el vídeo sobran las palabras.





miércoles, 23 de noviembre de 2011

Qué alegría encontrarme con una andaluza en el extranjero

      Cuando tenía catorce años salí por primera vez al extranjero con mi familia. Para mis padres también era la primera vez. Fuimos al sur de Francia, y aunque fue un viaje relámpago, lo disfruté muchísimo. Descubrí que el tren era una forma estupenda de viajar, y decidí en aquel momento que cada vez que pudiera viajaría en tren. Hasta el momento lo he mantenido, aunque claro, teniendo en cuenta que mi padre ha sido ferroviario y tengo beneficios en el precio, no me ha costado mucho.

      En uno de los pocos trayectos en coche que hicimos en este viaje, nos dimos cuenta que un coche nos avisaba insistentemente con su claxon, pero no sabíamos por qué. Hasta que nos dimos cuenta de que la matrícula del coche era de Granada (la nuestra era de Málaga). Tal fue la emoción para mi madre que gritó, "¡son de Granada, para el coche!". Y paró mi padre en el arcén, como pudo. El otro coche paró detrás nuestro. Mi madre se bajó como una exhalación, como si hubiera visto a alguien de la familia que hacía tiempo que no veía. La otra familia se bajó también y actuaron exactamente igual que mi madre, que estaba emocionada.

      Aunque me alegró encontrarnos con otra familia andaluza, no entendí el por qué de tanta emoción. Llevábamos sólo ¡tres días fuera!, y todos se comportaban como si viviéramos en el exilio. Y no entendí tal emoción hasta el pasado sábado.

O qué alegría encontrarme con una madre que ha optado por lactancia respetada

      Salimos a realizar las compras a un centro comercial mi marido y su familia, mi hijo y yo. Al terminar las compras, mi hijo de dos años me pidió teta. Había mucha gente, y el aparcamiento estaba lejos. Mi suegra me indicó dónde había un banco, y me encaminé hacia él. Cuando me acercaba vi que había un señor sentado, y una madre dando el pecho, aunque no podía ver bien si era un bebé de meses o mayor. Pensé "¡bien!, es un sitio estupendo". Aunque no tengo problemas para dar el pecho donde sea, me pareció que nunca lo había hecho en un sitio mejor.

      Al sentarme mi hijo se dio cuenta de la mamá de al lado con su hijo y lo señaló, a lo que le contesté: "sí Pablo, nosotros vamos a hacer lo mismo, mira qué propio". Los que me conocen saben que no soy mucho de hablar con desconocidos en la parada del autobús, en un banco del parque, o en la cola del banco. Aunque eso sí, problemas para relacionarme, ningunos. Pero esta ocasión fue diferente. La madre me contestó "qué bien, ¿qué tiempo tiene?", "Dos años, ¿y el tuyo?", "Dieciocho meses". Y ¡tatatachán! palabras mágicas. Mantuvimos una conversación acerca de la lactancia, compartimos experiencias, información, confidencias... ¡Fue estupendo! Pero lo mejor fue cuando caímos en la cuenta de que las dos pertenecíamos a grupos de apoyo a la lactancia y a la crianza respetuosa. Ella en su ciudad (que para más inri no era de Málaga, y había venido expresamente a comprar ropa para su hijo), y yo aquí en Málaga.

      En ese momento se me vino a la memoria nuestro viaje en familia a Francia, recordé la emoción de mi madre y de la otra familia granadina, y comprendí por qué mi madre se había sentido así. Cuando optas por la crianza respetuosa, nadie te cuenta que tiene su "parte negativa". Y no negativa por lo que supone para tu hijo, ni lo que implica para ti con respecto a esa opción. La "parte negativa" es la de sentirse observada, criticada, y casi teniendo que dar explicaciones a diestro y siniestro de por qué has optado por ella. Te sientes como si estuvieras predicando en el desierto. No te das cuenta de las energías que gastas hasta que, por una vez, nadie te juzga ni te da "consejos". Y suerte que tenemos de pertenecer a un grupo de familias en las que nos apoyamos siempre que lo necesitamos. Pero, encontrarte en un banco en un centro comercial con alguien de tu misma forma de pensar (en cuanto a la lactancia, la crianza, etc.), eso es como que te toque la lotería. Igual que encontrarte en una carretera secundaria de Francia con una familia granadina. Y a las dos se nos iluminó la cara. Y a mi, por lo menos, me alegró el día, y todavía dura.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Política y derechos de los bebés: ¿lograrán re-conciliarse algún día?

Llevamos oyendo mucho tiempo que la política está cada vez más alejada del ciudadano. Que la clase política actual ha perdido la conexión (si algún día la hubo) con las personas a las que representa. Que somos números, estadísticas, ratios, etc. En el debate electoral se habló de pasada de la conciliación, casi como un trámite por el que había que pasar, un formulismo, y del que había prisa por salir. Fue muy evidente: estaban los dos de acuerdo.

Hoy he sido testigo/partícipe de esta desconexión tan manifiesta. El hijo de 20 meses de una amiga estaba enfermo. Tanto su madre como su padre trabajan, y lo llevan a una guardería. No tienen más remedio que trabajar los dos, y para ella (sé que para él también, pero su angustia la viví en cada reunión que teníamos) no fue plato de buen gusto tener que separarse de su bebé. Dado que estando enfermo no querían llevarlo a la guardería, recurrieron a mi (que vivo cerca) para que lo cuidara esta mañana.

He sido testigo de cómo sufre una madre cuando tiene que separarse de su hijo enfermo. He sido testigo de cómo este niño ha sufrido con la separación de su madre. Y, dado que yo también soy madre, he sufrido por los dos, porque cuando una se convierte en madre, no puede evitar tener un grado de empatía con otras madres y niños que roza lo irracional. Y por supuesto creo que no es necesario que reseñe que me he quedado con él encantada.

Por eso me pregunto:
¿Qué clase de presión existe en el mundo empresarial para que una madre o un padre no puedan quedarse con su hijo cuando está enfermo? ¿Cómo es posible que teniendo en cada convenio colectivo  días para asuntos particulares (en unos más que otros), nos atemorice solicitar su uso a nuestros jefes? ¿Cómo es posible que esta sociedad occidental tan "avanzada" se esté dejando atrás a los niños, su bienestar, sus derechos? ¿Cómo es posible que todos los partidos políticos que tienen representación en el Congreso, aboguen por la escolarización (institucionalización) prácticamente desde el nacimiento? ¿Qué clase de políticos (que son padres, que han sido niños) nos "representan", que olvidan lo que un bebé/niño puede llegar a sufrir? ¿Cómo es posible que los partidos políticos hayan perdido la total conexión con el mundo real, con los problemas cotidianos de los ciudadanos, con el sufrimiento de los niños y sus padres?

Todo esto tiene que cambiar, no tiene más remedio que cambiar. Tiene que llegar el día en el que la política esté al servicio del ciudadano y no al revés. Y ojalá lo vean mis hijos.