miércoles, 23 de noviembre de 2011

Qué alegría encontrarme con una andaluza en el extranjero

      Cuando tenía catorce años salí por primera vez al extranjero con mi familia. Para mis padres también era la primera vez. Fuimos al sur de Francia, y aunque fue un viaje relámpago, lo disfruté muchísimo. Descubrí que el tren era una forma estupenda de viajar, y decidí en aquel momento que cada vez que pudiera viajaría en tren. Hasta el momento lo he mantenido, aunque claro, teniendo en cuenta que mi padre ha sido ferroviario y tengo beneficios en el precio, no me ha costado mucho.

      En uno de los pocos trayectos en coche que hicimos en este viaje, nos dimos cuenta que un coche nos avisaba insistentemente con su claxon, pero no sabíamos por qué. Hasta que nos dimos cuenta de que la matrícula del coche era de Granada (la nuestra era de Málaga). Tal fue la emoción para mi madre que gritó, "¡son de Granada, para el coche!". Y paró mi padre en el arcén, como pudo. El otro coche paró detrás nuestro. Mi madre se bajó como una exhalación, como si hubiera visto a alguien de la familia que hacía tiempo que no veía. La otra familia se bajó también y actuaron exactamente igual que mi madre, que estaba emocionada.

      Aunque me alegró encontrarnos con otra familia andaluza, no entendí el por qué de tanta emoción. Llevábamos sólo ¡tres días fuera!, y todos se comportaban como si viviéramos en el exilio. Y no entendí tal emoción hasta el pasado sábado.

O qué alegría encontrarme con una madre que ha optado por lactancia respetada

      Salimos a realizar las compras a un centro comercial mi marido y su familia, mi hijo y yo. Al terminar las compras, mi hijo de dos años me pidió teta. Había mucha gente, y el aparcamiento estaba lejos. Mi suegra me indicó dónde había un banco, y me encaminé hacia él. Cuando me acercaba vi que había un señor sentado, y una madre dando el pecho, aunque no podía ver bien si era un bebé de meses o mayor. Pensé "¡bien!, es un sitio estupendo". Aunque no tengo problemas para dar el pecho donde sea, me pareció que nunca lo había hecho en un sitio mejor.

      Al sentarme mi hijo se dio cuenta de la mamá de al lado con su hijo y lo señaló, a lo que le contesté: "sí Pablo, nosotros vamos a hacer lo mismo, mira qué propio". Los que me conocen saben que no soy mucho de hablar con desconocidos en la parada del autobús, en un banco del parque, o en la cola del banco. Aunque eso sí, problemas para relacionarme, ningunos. Pero esta ocasión fue diferente. La madre me contestó "qué bien, ¿qué tiempo tiene?", "Dos años, ¿y el tuyo?", "Dieciocho meses". Y ¡tatatachán! palabras mágicas. Mantuvimos una conversación acerca de la lactancia, compartimos experiencias, información, confidencias... ¡Fue estupendo! Pero lo mejor fue cuando caímos en la cuenta de que las dos pertenecíamos a grupos de apoyo a la lactancia y a la crianza respetuosa. Ella en su ciudad (que para más inri no era de Málaga, y había venido expresamente a comprar ropa para su hijo), y yo aquí en Málaga.

      En ese momento se me vino a la memoria nuestro viaje en familia a Francia, recordé la emoción de mi madre y de la otra familia granadina, y comprendí por qué mi madre se había sentido así. Cuando optas por la crianza respetuosa, nadie te cuenta que tiene su "parte negativa". Y no negativa por lo que supone para tu hijo, ni lo que implica para ti con respecto a esa opción. La "parte negativa" es la de sentirse observada, criticada, y casi teniendo que dar explicaciones a diestro y siniestro de por qué has optado por ella. Te sientes como si estuvieras predicando en el desierto. No te das cuenta de las energías que gastas hasta que, por una vez, nadie te juzga ni te da "consejos". Y suerte que tenemos de pertenecer a un grupo de familias en las que nos apoyamos siempre que lo necesitamos. Pero, encontrarte en un banco en un centro comercial con alguien de tu misma forma de pensar (en cuanto a la lactancia, la crianza, etc.), eso es como que te toque la lotería. Igual que encontrarte en una carretera secundaria de Francia con una familia granadina. Y a las dos se nos iluminó la cara. Y a mi, por lo menos, me alegró el día, y todavía dura.

2 comentarios:

  1. Claro que sí! A mí también se me ilumina la cara cuando veo una mami con su bebé en la mochila... y pienso, vaya, otra rara.. jaja
    Un beso!

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  2. Es verdad, María, nos alegramos mucho porque nos hacen sentir algo menos "raras".
    Un beso.

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