viernes, 24 de febrero de 2012

Entrevista a Ramón Soler y Elena Mayorga sobre conciliación familiar


El pasado 4 de febrero se celebró en Málaga la Mesa Redonda EQUOCONCILIACIÓN: "¿Cómo queremos conciliar? Organizado por EQUO Málaga, y en la que participé como moderadora. Participaron además Elena Fernández, candidata número uno de EQUO al parlamento andaluz por la provincia de Málaga, Tahiré Eyras, como consultora de recursos humanos, Colo Villén, en representación de la plataforma Conciliación Real Ya, Alejandro Busto Castelli, como psicólogo, Miguel Báez, como orientador escolar y maestro,  asociaciones de crianza como Crianza Vinculada, y un grupo de familias. El encuentro sirvió para tomar el pulso a las demandas de la sociedad en cuanto a conciliación familiar y laboral. De hecho las conclusiones fruto de la mesa redonda se han aprobado íntegramente por EQUO Andalucía para el programa electoral de las próximas elecciones andaluzas. Podéis leer aquí las reflexiones de Conciliación Real Ya sobre su participación en el encuentro.

De los ponentes invitados, no pudieron asistir por problemas de agenda Ramón Soler, psicólogo y experto en Terapia Regresiva y en psicología infantil y de la mujer y Elena Mayorga, historiadora y experta también en Terapia Regresiva y en psicología infantil y de la mujer. Pero querían contribuir activamente y me concedieron una entrevista que incluimos en el informe de las conclusiones. Desde aquí les agradezco su participación y les envío un fuerte abrazo.






 
¿Qué significa para vosotros conciliación familiar?

Yo entiendo la conciliación familiar como una filosofía de toda la sociedad que permita adaptar el entorno laboral a las familias. Hasta ahora, se ha pretendido lo contrario, adaptar a las familias (sobre todo a la mujer) al mundo empresarial y las medidas que se han tomado son anti-familia y anti-niños.

El cambio debe producirse a todos los niveles, no solamente en el laboral, sino también en la educación y en la sanidad.

¿Estáis de acuerdo con las medidas actuales para favorecer la conciliación?

Las medidas actuales de conciliación me parecen insuficientes. El modelo actual es adultocentrista y no presta ninguna atención a las necesidades del niño. Está basado en la producción y en buscar el mayor provecho posible de la mano de obra. Para que la mujer vuelva a trabajar cuanto antes, otorgan una ridícula baja maternal y ofrecen  guarderías para que las madres lleven a los niños (prácticamente desde el nacimiento) y puedan volver a su puesto de trabajo.

Los bebés son los grandes olvidados. Ellos no votan y no son productivos, de modo que no interesan ni a los políticos ni a los empresarios. Sin embargo, la sociedad debería prestar una atención prioritaria a las necesidades de los bebés. Ellos son los adultos de mañana, de cómo cuidemos a nuestros niños dependerá cómo será nuestro futuro.

La baja maternal actual es absolutamente ridícula e insuficiente. Un bebé de cuatro meses sigue necesitando a su madre tanto como cuando nació y es una crueldad separarlo de ella.

La opción de proporcionar guarderías desde los 0 meses para que las madres puedan llevar a sus bebés es una medida que atenta contra todo lo que sabemos (desde hace más de cuarenta años) sobre la psicología del apego y el vínculo.

Son medidas que benefician únicamente a los empresarios y al sistema productivo, pero que se olvidan peligrosamente de los bebés.


¿Cuáles son los posibles efectos negativos en la salud (psicológica, física) de los niños como consecuencia del modelo actual?

Está sobradamente demostrado que los primeros años de vida son determinantes para la futura salud física y emocional de las personas. Los niños que han compartido con sus padres los primeros años de vida y han tomado lactancia materna están más sanos (su sistema inmunitario es mucho más fuerte), tienen muchas menos enfermedades y, además, son más inteligentes y seguros de sí mismos.

Por el contrario, los bebés que han sido forzados a separarse de sus padres (sobre todo, de la madre) durante los primeros meses y que apenas han tomado lactancia materna tienen una salud más débil y, a largo plazo, tienen más probabilidad de sufrir enfermedades.

A nivel psicológico, los efectos de la falta de la madre en los primeros meses de vida son desastrosos. Suelen ser niños mucho más inseguros, más dependientes y, también, más agresivos. 

Para la madre, los efectos de la lactancia materna también son muy beneficiosos. Se ha comprobado que la previene contra muchas enfermedades, incluyendo algunos tipos de cáncer.

No hay medidas para favorecer la lactancia materna prolongada. Se ha demostrado que la leche materna proporciona al bebé la mejor inmunización posible, de modo que si queremos una sociedad sana, debería ser prioritario apoyar la lactancia materna.

Los niños pequeños que van a guarderías enferman constantemente, por la mayor exposición a infecciones, por la falta de defensas que les proporciona la lactancia materna y, sobre todo, por la falta de apego al no tener la compañía de sus madres. El gasto económico del sistema sanitario es enorme y se vería reducido si los bebés pudieran estar con sus madres el máximo tiempo posible.


¿Qué modelo de conciliación/medidas sería el idóneo bajo vuestro punto de vista como expertos en psicología infantil y de la mujer?

- Permiso paternal de, al menos, un mes para servir de sostén y apoyo a la madre en el proceso de adaptación a la llegada del nuevo bebé.

- Ampliación de la baja maternal a un mínimo de 18 meses.

- Reducciones de jornada. Facilitar a las madres que lo soliciten, la reducción de jornada o la excedencia temporal (y su posterior reincorporación).

- Teletrabajo. Hoy en día, hay infinidad de trabajos que no requieren de la presencia física de la persona en su puesto. A pesar de eso, muchos empresarios siguen manteniendo una actitud propia del s.XIX

- Permitir a las madres llevar los bebés al trabajo.


Dado que las guarderías son necesarias, ¿cómo mejoraríais la calidad de atención de las mismas?

Cuando se consiga la baja maternal de 18 meses, no serán necesarias guarderías para niños menores de esa edad. Mientras tanto, algunas de las propuestas que veo necesarias son:
- Reducción de la ratio de alumnos por aula. Es imposible que una persona pueda atender adecuadamente a 20 niños de 2 años o a 8 niños menores de un año. Si se duplicase el número de cuidadores por aula, podrían atender mucho mejor a los niños y a las necesidades que tengan en cada momento.
- Formación/renovación de los cuidadores. Por un lado, deben estar al corriente de los últimos descubrimientos sobre la neurobiología para poder entender adecuadamente a los niños y, también, les daría formación en métodos libres de educación como los que proponen Rebeca Wild o Alexander Neill.
- Promover el juego libre y desechar cualquier tipo de ficha dirigida. Los niños aprenden a través del juego lo que necesitan en cada momento de su desarrollo evolutivo. Necesitan una compañía formada y atenta, pero no que se les obligue a realizar fichas, donde se les juzgue por lo que hacen.
- Adaptación de los lugares. Ampliar los espacios de juego, reducir las mesas y las sillas.

martes, 14 de febrero de 2012

Los museos y la "niño-fobia"

El mes de octubre pasado fuimos mi familia y yo al museo Picasso de Málaga. Era el aniversario de la apertura, y lo celebraban con un “día para las familias”: visitas guiadas a familias con niños pequeños, cuentacuentos… Ilusionados porque nuestro hijo Pablo, a punto de cumplir dos años, conociera el museo, allá que voy a comprar la entrada. No obstante, como precaución, pregunto en la taquilla antes de comprar las entradas si está adaptado a niños de dos años, y me contestan con un “por supuesto, no se preocupe, ya verá lo que va a disfrutar su hijo…”

Pues llegado el día (lluvioso a más no poder, por cierto), llegamos al museo, esperamos una larga cola… Y cómo no, Pablo acaba poniéndose nervioso. La primera de las actividades era la visita guiada para niños por el museo. Todos los niños eran mayores que Pablo, pero no vimos problema. Pero como ya estaba nervioso por el tiempo de espera en cola, pues pasó lo que tenía que pasar, que me pidió teta. Observo la sala y no hay banco donde sentarse, así que nos acercamos a una azafata de sala y le preguntamos que dónde hay un banco cercano para darle el pecho. Me indica “amablemente” que para que el niño coma tenemos que ir a la cafetería, le replico pero me dice que son las normas del museo. Vaaaaaale, indíqueme el camino más corto, porque mi hijo ya está nervioso. Cuando bajamos las dos plantas para llegar a la cafetería, se me acerca otra azafata que andaba por allí con un pinganillo, a decirme dónde debía dirigirme. “Qué fuerte”, pensamos mi marido y yo. Se han avisado por pinganillo, “atención, la madre que va a dar la teta, atención, interceptarla para que no se siente en ningún banco en los pasillos…”. Pues llegamos a la cafetería y, oh, qué pena, no había ni un solo asiento libre.

Con mi hijo nervioso, yo enfadada y harta de dar vueltas, me acerqué de nuevo a otra azafata y le dije: “lo siento señorita, pero no hay asiento libre, y como usted comprenderá, mi hijo no puede esperar a que alguien se levante de tomar su café sólo porque al museo le parece feo que le de el pecho, así que…” Me miró con cara de “esta la va a liar” y me dijo, bueno, en “ese” caso, “puede” usted sentarse en ese banco. Y antes de que me girara ya estaba dando parte por pinganillo. De verdad que me sentí como un estorbo allí.




Cuando quisimos incorporarnos al grupo de la visita guiada, ya los habíamos perdido, así que pensamos, pues nada, lo visitamos por nuestra cuenta. Nuestro hijo iba en brazos, pero llegó un momento en que se quiso bajar y estar de pie. Automáticamente, sin darnos tiempo a nada, se nos acercó otra “azafata” con pinganillo, a ofrecernos “amablemente” el servicio del museo de préstamo de cochecitos para niños. Le dijimos, “no gracias, no es necesario,” pero ella insistió, “es gratuito, y así ustedes van más cómodos… y el niño, claro”. Pues nada, vamos a por el carrito, pero ocurrió lo que nos temíamos, que Pablo no quería ir sentado, quería andar.

Ante esta “anécdota”, tengo pendiente escribir una carta al museo, o queja, según se mire. Porque no entendíamos que el museo anunciara a bombo y platillo lo del “día para familias”, pero me hiciera “esconderme” para dar el pecho a mi hijo. Porque no entendíamos que se intente acercar la cultura a los niños (con nosotros ha ido a conciertos, teatro para bebés, etc.), y cuando aparece un niño en un museo se enciendan las alarmas de “peligro, un niño donde hay esculturas, piezas de valor”. Porque no nos dieron el voto de confianza para ver si dejábamos que nuestro hijo tocara algo que no debía, o molestara alguien. No dio tiempo, fue ponerlo en el suelo, dar dos pasos y ya teníamos a la del “pinganillo” pegada a nosotros.

Y este post bien podría llamarse “Los restaurantes y la niño-fobia”, “Las compañías aéreas y la niño-fobia”, y todos los que se os ocurran. Todavía recuerdo cuando era pequeña e iba con mis padres a alguna venta a comer. Siempre tenían columpios, toboganes, y pequeños parques infantiles. Porque hace treinta o cuarenta años todavía se tenía en cuenta que un niño de dos, tres, cinco, siete años no aguantaba ni diez minutos sentado. Porque se sabía que un niño no era silencioso por naturaleza, era inquieto, era curioso. Hoy parece que estas cualidades se han convertido en defecto, y además, a los padres que valoramos esa curiosidad en nuestros hijos, esa inquietud, esa energía, se nos tacha de permisivos. Pues lo siento pero no. Somos padres que respetamos sus procesos madurativos sin interferir con técnicas conductistas; somos padres que ponemos límites, que sí, pero los límites razonables para un niño, no vamos a dejar por ejemplo que crucen la calle solos; somos padres que por muy pequeños que sean intentamos explicarles las cosas, que no damos un “NO, porque lo digo YO” porque a esas edades no se puede “razonar” con ellos; somos padres que no queremos que nuestros hijos sean “obedientes” ciegamente, que queremos que sepan luchar por lo que les parece justo (aunque a los adultos nos parezca una tontería), porque de eso dependerá que cuando sean adultos sepan luchar por lo que quieren y no sean personas sumisas y manejables.